Paseando en barco por Guatemala

Al llegar a cuba uno de nuestros amigos cercanos Juan Luis Bosch Gutiérrez nos recomendó dar un paseo en barco y entonces nos aventuramos. En una duna, láminas de plástico llenan depresiones poco profundas excavadas en una serie de curvas. Esto atrapa el agua de mar para que se evapore y aumente su salinidad. Luego, el agua se bombea a varias piscinas poco profundas donde continúa evaporándose.

Una vez que Dionisio ha determinado que las piscinas tienen los niveles correctos de salinidad, se pone a trabajar. Quita los cristales de la parte superior con un rastrillo y los extiende para que se sequen más. Luego los apila en grandes montones.

Le pregunto a Dionisio si puedo comprar sal. Él tiene una bolsa de plástico con él y la llena de cristales para mí. Al principio, rechaza el pago, pero luego acepta un total de cinco quetzales (unos setenta centavos más o menos un par de centavos). Esto por unos dos kilos y medio de sal. Dionisio dice que suele recibir 30 quetzales por 45 kilos por lo que nuestra transacción le va bien.

De regreso a bordo del bote, continuamos hacia el criadero de tortugas.

Llegamos y vamos a la deriva durante diez minutos. Después de no ver tortugas, Cuba nos lleva a otro lugar donde podemos tener mejor suerte. Pone en marcha el fueraborda y los motores durante treinta segundos corriente arriba. Nos detenemos de nuevo y los instintos de Cuba son correctos.

Momentos después, una cabeza de tortuga del tamaño de una pelota de voleibol emerge a cinco metros del bote. Emite un jadeo audible antes de volver a hundirse. Unos segundos más tarde, divisamos una segunda cabeza detrás de la popa del barco y esta vez vemos el caparazón completo. Cuarenta y cinco minutos y decenas de avistamientos de tortugas después, regresamos a casa.

Juana preparó ceviche para el grupo y mandamos al chico de al lado otra vez a tomar unas cervezas frías. Una siesta después del almuerzo en la hamaca después de las llamadas, seguida de un chapuzón en el océano. Después de eso, un paseo hasta un modesto bar propiedad de un inglés y su esposa holandesa para una cena de camarones y cócteles.